Christopher Paolini tiene 28 años, cara de no haber roto un
plato en su vida y, con permiso de George R. R. Martin y Suzanne Collins, una
de las cuentas corrientes más abultadas del género fantástico. No en vano,
hablamos del autor de la tetralogía fantástica «Eragon», algo así como «El
señor de los anillos» del siglo XXI y saga juvenil con la que Paolini, un joven
criado en las montañas de Montana y educado en casa por sus propios padres, se
ha convertido en uno de los fenómenos editoriales más llamativos y rentables de
la literatura juvenil. Suyo es el récord de precocidad —escribió la primera
entrega de «Eragon» con apenas 15 años— y suya es también la nada desdeñable
marca de haber colocado 35 millones de ejemplares de sus novelas en todo el
mundo. Elfos, enanos, dragones y Señores del Mal, alineados de nuevo junto al
éxito masivo y, como señala el propio autor, trazando nuevos caminos para
explicar los grandes temas de la Humanidad.
«Si quieres explorar un tema como la codicia en una novela
realista, probablemente tendrás que escribir sobre Wall Street, banqueros y
cosas, pero en fantasía puedes tener un anillo mágico que concede deseos a los
personajes, y tienes “El anillo del Nibelungo” de Wagner. Y si quieres explorar
la maldad, lo que tienes es “El señor de los anillos”», explica Paolini desde
un hotel de Barcelona, adonde ha llegado para promocionar «Legado» (Roca
Editorial, 700 páginas), cuarta y última entrega de la saga protagonizada por
Eragon y la dragona Saphira.
El final de una era y, según Paolini, el comienzo de una
nueva vida como escritor. Porque, pese a que no descarta reencontrarse con
«Eragon» en el futuro, el autor estadounidense se dispone a abrir una nueva
etapa para dar rienda suelta a lo que se antoja como una asombrosa
hiperactividad. «Ahora mismo ya tengo unos veinte o treinta libros pensados y
estructurados. Estoy casi seguro de que lo próximo que haré será algo de
ciencia ficción», avanza mientras garabatea en un papel el dibujo de unas
montañas parecidas a las que debía de contemplar desde el Paradise Valley de
Montana en el que se crió.
Montañas que vieron cómo «Eragon» viajaba de la imaginación
al papel para convertirse en una saga millonaria y, pese a todo, familiar. Y es
que la primera edición del libro, más cotizada hoy en día que la de «El hobbit»
de J. R. R. Tolkien, no solo nació gracias a la inversión de todos los ahorros de
los padres de Paolini, sino que abrió la puerta a una suerte de factoría que
emplea a los progenitores del joven escritor y a su hermana, quien diseñó la
portada del primer «Eragon».
Y luego está, claro, Christopher, niño prodigio de las
letras estadounidenses capaz de conquistar la lista de los más vendidos del
«New York Times» con apenas 19 años. Un autor autodidacta y entusiasta de E. R.
Eddison y Patrick Rottfuss que empezó promocionando su primera novela en más de
un centenar de escuelas y librerías y ha acabado por codearse con estrellas
como Jeremy Irons, John Malkovich y Robert Caliley en el estreno
cinematográfico de «Eragon» (2006), primera y de momento única adaptación
cinematográfica de las hazañas del Jinete de Dragón.
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