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jueves, 26 de mayo de 2016

1. SOLANO Y LAURA ENTRE ADUANAS 


- No me des la espalda por favor - susurró Laura con aquella voz sibilante. - Dime, ¿qué he hecho esta vez para que te enfades? ¿Acaso no te acompañé a donde quisiste ir? ¿Acaso puse alguna objeción? - el tono de voz de Laura iba tiñéndose de una fría rabia que nacía de lo más profundo de su ser. - Está bien, si no quieres responderme allá tú. Pero el pasado no lo vas a poder cambiar con tu silencio. Llámame si me necesitas, además sabes perfectamente donde encontrarme. 

Y diciendo esto Laura se fue. 

Un día antes:

El rítmico sonido de los tacones de la secretaría se escuchaban más y más próximos. Como una ola gigantesca que estuviese que estuviese anunciando su llegada. Tac, tac, tac... 

-Date prisa - susurró Laura. - ¡Se está acercando!
-¡Lo tengo! Rápido salgamos de aquí antes de que llegue ese monstruo. 

Y a paso veloz salieron por la puerta que comunicaba con el pasillo. Apenas unos instantes después la secretaria entraba en la sala. 

-Hemos estado cerca ¿verdad?

Laura se secaba el sudor que perlaba su frente.

-No vuelvas a hacerme esto - decía mientras su acompañante sonreía con inocencia - En serio, a mí no me parece gracioso nada de esto. 

- Es nuestro trabajo Laura, ¿recuerdas? Nos pagan por esto - contestó con una sonrisa de oreja a oreja. 

El timbre del ascensor anunciaba que habían llegado a la planta cero. Allí les esperaba una jauría de empresarios dispuestos a subir a sus respectivas áreas de trabajo. Una jornada de ocho horas les esperaba. 
De la mano, Laura y Solano, intentaron esquivar a los ejecutivos. Una vez fuera del edificio, el frío matinal les dio la bienvenida. Solano se adelantó para pedir un taxi, pero tan pronto dio el primer paso sintió cómo las manos de Laura le detenían.

-¿Ahora qué? - preguntó malhumorado creyendo que era otro momento de debilidad de Laura.
- Mira quien viene - murmuró Laura moviendo sus ojos a la derecha repetidas veces. 

Tan pronto como Solano giró su cabeza, entendió la aprensión que Laura había sentido.

- Será mejor que nos vayamos cuanto antes - y a paso ligero echaron a andar calle arriba. 

Durante unos minutos estuvieron caminando en silencio y sin mirar atrás. En parte por temor a que les hubiesen seguido, en parte porque no tenían nada de lo que hablar. Poco a poco la marcha se fue haciendo más relajada.
En un semáforo, Solano decidió coger un taxi que acababa de parar allí y del que aún los viajeros se estaban apeando. 

- Subamos - le dijo a Laura - nos ahorraremos un trecho hasta la oficina. Además, con este frío no apetece demasiado andar.

Laura sin cruzar una palabra montó.

- A Serrano por favor - dijo Solano con su voz de tenor que tanto le caracterizaba. - Bueno, veamos qué hemos conseguido ¿no? -preguntó mirando a Laura.

Esta asintió sin demasiado interés. Sin embargo, mientras Solano sacaba los papeles que acaban de conseguir, su cara se fue transformando en un reflejo de satisfacción. 

                                                                          &

- Buenos días Marco. Acaba de llamar la...

- ¿Ha estado aquí Solano y su esposa? - interrumpió Marco de mal humor. 

- No... no que yo sepa - respondió la secretaria con voz temblorosa. Bien sabía que las mañanas a Marco le sentaban fatal y que siempre llegaba con un humor de perros. 

- Juraría haberlos visto en la puerta de nuestras oficinas... - murmuró Marco pensativo.

- Puedo preguntar a alguno de los trabajadores por si han visto algo - se ofreció Verónica.

- No será necesario - respondió secamente Marco. Acto seguido se alejó hacia su despacho. 


                                                                          &

Cuando llegaron al 112 de Serrano, el tráfico aullaba. Era hora punta y el ralentí de los motores parecía murmurar lleno de ira. Algún que otro pitido coloreaba el ambiente con una pizca de impaciencia y estrés. 
Con tranquilidad, subieron a la segunda planta. Un piso que tras una buena reforma había sido convertido en el centro de sus investigaciones. 
Elena le saludó como de costumbre, pues solía ser la primera el llegar. Le gustaba disponer todo para cuando Solano y Laura llegasen. 

- ¡Qué pronto llegáis hoy! - sonrió Elena mientras removía su taza de café. 

- Teníamos algo entre manos - dijo Solano a la vez que le descubría los papeles que habían obtenido.

Elena, interesada los cogió y los revisó detenidamente entre sorbo y sorbo de café. Laura y Solano, mientras, revisaban los mensajes que a lo largo de la noche habían entrado en el despacho. Al parecer había sido una noche tranquila, solo un par de clientes preocupados por sus casos les habían dejado algún mensaje.

- Entonces ya tenéis las pruebas que necesitábais ¿no? - preguntó Verónica con cara de sorpresa. 

- Sí y no - Laura y Solano se miraron con complicidad. Laura continuó explicando - Si bien esos papeles indican la existencia de anomalías en varios centros de aduanas... nada nos explica cómo ni quién consiguió introducir esas armas y acabar con los agentes que allí había. Todo sigue siendo un gran misterio aún...

- Bueno, por lo menos ahora sabemos que la empresa de Marco tiene algo que ver. Desde luego en estos hay cosas muy sospechosas. Si él se encargaba de la seguridad de las aduanas la noche del 12 de Octubre, por qué decidió ese preciso día echar a los dos guardias que tenía contratados desde hacía más de 14 años. Todo esto es muy extraño la verdad. Creo que deberíamos encontrar a ese tal Mariano y Ángel y hablar con ellos. Algo tendrían que saber para que les echasen el mismo día que se produjo el doble homicidio...

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